El cifrado de clave pública resuelve uno de los desafíos más persistentes de la ciberseguridad: proteger la información confidencial en entornos donde la confianza es limitada o inexistente.
Según el Informe de transparencia de Google, los usuarios de escritorio cargan más de la mitad de las páginas que ven a través del Protocolo de transferencia de hipertexto seguro (HTTPS) y pasan dos tercios de su tiempo en páginas cifradas. HTTPS se basa en protocolos criptográficos como Secure Sockets Layer (SSL) y Transport Layer Security (TLS), que protegen los datos en tránsito cifrando la conexión entre sistemas. Aunque técnicamente son distintos, SSL y TLS a menudo se usan indistintamente, siendo TLS el sucesor más moderno y seguro de SSL.
Durante el protocolo de enlace inicial, se establece una comunicación segura a través de certificados SSL/TLS, que son credenciales digitales que verifican la identidad de un sitio web y establecen una conexión cifrada. El sitio utiliza el cifrado de clave pública para intercambiar de forma segura un secreto compartido que luego se utiliza para cifrar el resto de la sesión con un cifrado simétrico más rápido.
Con millones de certificados SSL/TLS emitidos diariamente, que a veces alcanzan los 340 000 certificados TLS por hora, el cifrado de clave pública respalda las conexiones seguras establecidas todos los días. Al hacerlo, forma la columna vertebral de la comunicación digital segura.
Más allá de reforzar los sitios web, el cifrado de clave pública ofrece varias capacidades esenciales que hace posible la comunicación segura:
- Admite la confidencialidad al permitir que cualquier remitente cifre los mensajes utilizando la clave pública del destinatario. Solo la clave privada correspondiente puede descifrarlos, manteniendo los datos a salvo del acceso no autorizado.
- Garantiza la identidad y la integridad mediante firmas digitales. Un remitente puede firmar un mensaje con su clave privada, y el destinatario puede verificar esa firma empleando la clave pública correspondiente, lo que permite la autenticación y el no repudio.
- Permite el intercambio seguro de claves, lo que permite que los sistemas realicen el cifrado sin transmitir un secreto compartido a través de la red.
- Establece confianza, especialmente cuando se integra con infraestructura de clave pública (PKI) y certificados digitales, que vinculan claves públicas a identidades verificadas a través de una autoridad de certificación.
Estas capacidades sustentan muchos de los protocolos y aplicaciones de seguridad actuales, incluida la transferencia de archivos segura, el correo electrónico cifrado y varios modelos de criptosistemas utilizados en la computación en la nube y más allá.