Los ciberataques se originan en un amplio espectro de actores maliciosos, tanto externos como internos.
Los atacantes externos varían mucho. Los grupos de delincuentes cibernéticos organizados pueden buscar obtener beneficios mediante campañas de ransomware o vendiendo datos robados en la dark web. Algunos son hackers profesionales que se especializan en obtener acceso a sistemas comprometidos.
A nivel de estado-nación, los actores patrocinados por el estado llevan a cabo campañas a largo plazo de guerra cibernética y espionaje contra gobiernos y corporaciones rivales. Y luego están los hacktivistas, que irrumpen en los sistemas para llamar la atención sobre una causa política o social en lugar de obtener un beneficio financiero directo.
Las amenazas de usuario interno presentan un riesgo diferente, pero igualmente grave. Los empleados descontentos pueden exfiltrar deliberadamente datos confidenciales o sabotear sistemas para vengarse. Otros son simplemente descuidados: un usuario que almacena datos de clientes en una unidad no segura puede crear sin darse cuenta la misma apertura que explotaría un actor hostil. Solo cuando un usuario interno hace un uso indebido intencional del acceso autorizado se considera un verdadero ciberataque, pero incluso la negligencia puede proporcionar el primer punto de apoyo para un adversario externo.