La informática forense cobró importancia a principios de los años ochenta con la invención del ordenador personal. A medida que la tecnología se convertía en un elemento básico de la vida cotidiana, los delincuentes identificaron un hueco y empezaron a cometer delitos en dispositivos electrónicos.
Poco después, Internet conectó a casi todo el mundo de la noche a la mañana, permitiendo el correo electrónico y el acceso remoto a las redes informáticas de empresas y organizaciones y abriendo las puertas a malware y ciberataques más complejos. En respuesta a esta nueva frontera de la ciberdelincuencia, las fuerzas de seguridad necesitaban un sistema para investigar y analizar los datos electrónicos, y así nació la informática forense.
Al principio, la mayoría de la evidencia digital se encontró en sistemas informáticos y dispositivos de TI: computadoras personales, servidores, teléfonos móviles, tabletas y dispositivos de almacenamiento electrónico. Pero hoy en día, un número creciente de dispositivos y productos industriales y comerciales, desde Internet de las cosas (IoT) y tecnología operativa (OT), hasta automóviles y electrodomésticos, timbres y collares de perro, generan y almacenan datos y metadatos y metadatos que pueden recopilarse y extraerse para evidencia digital.
Por ejemplo, considere un accidente automovilístico. En el pasado, los funcionarios del orden público podrían haber investigado la escena del crimen para detectar pruebas físicas, como marcas de cisne o vidrio desmenuzado; también podrían haber revisado los teléfonos de los conductores para verificar que envíen mensajes de texto mientras manejan.
Hoy en día, los automóviles más nuevos generan y almacenan todo tipo de datos digitales con marca de tiempo y metadatos que crean un registro detallado de la ubicación, velocidad y condición de funcionamiento de cada vehículo en cualquier momento. Estos datos transforman los vehículos modernos en otra poderosa herramienta forense, que permite a los investigadores reconstruir los acontecimientos previos, durante y después de un accidente; incluso podría ayudar a determinar quién fue el responsable del accidente, aun en ausencia de las tradicionales pruebas físicas o de testigos presenciales.