Si todos los equipos, maquinaria o instalaciones de fabricación funcionaran siempre en condiciones óptimas, el mantenimiento sería innecesario. Pero en el mundo real, por supuesto, incluso el producto mejor elaborado está sujeto a desgaste y requiere acondicionamiento, piezas de repuesto y reparaciones para seguir funcionando.
Durante la primera Revolución Industrial, en el siglo XVIII, la forma dominante de mantenimiento era el "mantenimiento por avería", también conocido como mantenimiento correctivo o reactivo, en el que las reparaciones sólo tenían lugar después de que una máquina se averiara. Dado que las máquinas de esta época eran relativamente sencillas y no requerían reparaciones por parte de especialistas, ésta era "la forma más fácil y natural de mantenimiento" en aquella época, según un informe de expertos en ingeniería industrial.1
Pero a medida que las máquinas se hicieron más complejas durante la segunda Revolución Industrial, que comenzó a finales del siglo XIX, el mantenimiento por avería dio paso al mantenimiento planificado en algunos rincones del mundo industrial. En un manual de 1919 de la Ford Motor Company, se instruía a los lectores a "hacer lo posible por ocuparse de cada reparación o ajuste tan pronto como se descubra fuera necesario" porque "esta atención requiere poco tiempo y puede evitar retrasos o posibles accidentes en el camino".1
Hoy en día, cuando las organizaciones no llevan a cabo un mantenimiento planificado, es decir, no prevén ni abordan de forma proactiva la degradación o el mal funcionamiento de los activos para mantener los equipos y las plantas en buen estado de funcionamiento, pueden producirse graves consecuencias. Podrían verse obligados a realizar un mantenimiento no planificado, que puede ser más estresante, laborioso y costoso que el mantenimiento planificado. Por ejemplo, los equipos de mantenimiento podrían apresurarse a adquirir las piezas necesarias, pagando más por ellas de lo que pagarían en caso contrario para evitar largos plazos de entrega. Mientras tanto, el tiempo de inactividad no planificado asociado con el mantenimiento no planificado o no programado podría perjudicar aún más los resultados de una empresa debido a las pérdidas de productividad e ingresos: una encuesta realizada por Forrester e IBM a 100 grandes empresas (PDF) reveló que el tiempo de inactividad no planificado cuesta un 35 % más por minuto que el tiempo de inactividad planificado.
La falta de un programa de mantenimiento planificado en una empresa también podría afectar la seguridad en el lugar de trabajo. El fallo del equipo se ha citado miles de veces en los informes de accidentes laborales compilados por la Administración de Salud y Seguridad Ocupacional.2 El mantenimiento planificado puede evitar fallos en los equipos que provocan accidentes en el lugar de trabajo y lesiones a los empleados.