Aliarse consiste en escuchar y no monopolizar la conversación. Se trata de concienciación y acción. Es utilizar el privilegio para erigirse como una voz poderosa junto a una comunidad poco representada. Es educación constante. Es responsabilidad.

El fomento de la empatía es el primer paso para ser un aliado. Al desarrollarla, una persona es más capaz de comprender las situaciones desde un punto de vista exterior e imaginarse a sí misma en la posición de otra persona. Es fácil solidarizarse con los retos de otros; sin embargo, imaginar cómo es estar en su lugar es un paso más hacia el aprendizaje.

Cuando se debaten cuestiones de diversidad e inclusión, es esencial disponer de un vocabulario común para evitar malentendidos y malas interpretaciones. Las palabras suelen tener significados diferentes para cada persona, en función de sus experiencias e identidades.

El lenguaje es una de las herramientas más poderosas que utilizamos para crear una conexión y un entendimiento común. Es esencial para construir relaciones y un entorno inclusivo en el que todos se sientan bienvenidos e incluidos. Asimismo, el lenguaje tiene el poder de excluir a las personas mediante la marginación y la discriminación de diversas comunidades a causa de sus identidades, cultura, experiencias o apariencias. El lenguaje inclusivo pretende tratar a todas las personas con respeto, dignidad e imparcialidad. Nos reta a cambiar nuestras formas y hábitos. Nos hace plantearnos las implicaciones de palabras y frases que quizá no tengan impacto en nosotros, pero nos hace empatizar con una experiencia que no es la nuestra.

Estrategias:

1. Dé prioridad a las personas. Ponga a la persona por delante de sus características y coloque al individuo en el centro, como el elemento más esencial.
2. Sea coherente en su descripción de los miembros de un grupo
3. Utilice un lenguaje de género neutro
4. Sea consciente de la formulación heteronormativa
5. Tenga una mentalidad de crecimiento
6. Pregunte si no está seguro